"Nuevo viaje a la Alcarria" de Camilo José Cela
"Nuevo viaje a la Alcarria" de Camilo José Cela |
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SINOPSIS
Publicada por primera vez en 1986, es una nueva aventura sobre los
caminos que colmaron sus afanes viajeros de juventud y que le dieron
merecida fama de caminante.
En el primer Viaje a la Alcarria hay un lirismo, sentimiento del
paisaje, comunión con las gentes de una España rural pobre,
solidaria y postrada; pero, cuarenta años después, Camilo José Cela se echó de nuevo al camina y ya nada fue igual… Iba en un
gran coche descapotable y con choferesa negra, Viana Oteliña Gordon
que, a la postre, suscitó más interés y regocijo que el viajero.
CONCLUSIÓN
Camilo José Cela emprendió su primer viaje a la Alcarria en 1946.
Un viaje de morral y alpargata del que dejó constancia literaria. En
1985, cuando ya era un escritor consagrado y aplaudido, inició un
nuevo viaje, éste más promocional que iniciático, apadrinado por
una revista que le pagó el periplo en un Rolls conducido por la
famosa “coferesa negra” e inaugurado por todo lo alto en una cena
en la Casa de Guadalajara.
En el primer viaje, Cela era el “hombre joven, alto y delgado”,
pero treinta y nueve años después, al querer volver a hacer el
recorrido, no era “joven sino viejo, estoy gastando mis setenta
años,… sigo la misma estatura de entonces, pero engordé más de
la cuenta, eso sí, engordé cuarenta kilos largos, y estoy fondón y
más torpe de movimientos de lo que quisiera y fuera menester”. En
una carta que Cela envió en enero de 1994, dijo que había hecho el
segundo viaje porque deseaba “conocer el cambio que había hecho la
Alcarria en los años transcurridos desde el viaje anterior”. No
cree que el Rolls sea transporte de lujo sino de comodidad y encontró
a Oteliña a través de una agencia de modelos norteamericana que la
mandó por ser bella y negra y porque también hablaba español. Se
fue también buscando “la paz en la soledad e incluso al revés.
Antes de este segundo viaje, está en el hotel y no en casa, solo
pero hablando con alguien a quien no identifica. Esto pasará a
través de todo este viaje aunque desconcierta el hecho de no
habernos dicho con quien habla en cualquier minuto. A veces se cree
en un desdoblamiento del ser pero hasta esto no se dice claramente.
Repite lo de la edad de que no se siente viejo ni quiere llegar a
viejo. “Al viajero le gusta más el cachondo y alborotador correr
de la vida que el inexorable y ruin paso del calendario”. Así
vuelve a la Alcarria, “este país de hermoso nombre antiguo, sonoro
y misterioso”, otra vez usando un grupo de tres adjetivos. Continúa
el uso del lenguaje puramente popular: “El viajero, ¡lo que va de
ayer a hoy!”. Hay mucha gente en las calles y la mira sonriendo.
Termina el capítulo con la descripción de la cena deliciosa en que
participó. Si hubiera sido la única descripción en detalle, no
habría tenido importancia puesto que las descripciones detalladas
muestran gran control y manejo del lenguaje; por desgracia, hay
tantas descripciones parecidas en este segundo viaje que a veces
parece más una comida perpetua que un viaje entre gente humilde.
Sale de Madrid pero no en madrugada como la primera vez, porque “la
verdad es que duerme siempre bien”, con sueños divertidos. Como en
el primer capítulo, menciona su “viaje” al excusado, una vez con
ganas de mear y otra vez, quedándose “sentadito”. Quizá sean
detalles tremendistas a lo Pascual Duarte, pero el uso de la
escatología y el sexo (o las fantasías sexuales) es grande aquí en
contraste con el primer viaje con sólo una o dos menciones. Al
describir su salida, vemos otra vez al hombre cuidadoso del
significado de las palabras: “El viajero baja en el ascensor, según
ya es costumbre; antes, los ascensores no eran también descensores,
no servían más que para ascender y eso no siempre porque su uso
estaba vedado a las criadas, el carbonero, a los niños menores de
catorce años,… “ y varias otras personas y siempre a los perros.
Es también una manera de señalar los cambios sociales ocurridos de
tantos años.
El
hotel está lleno de personas importantes para despedirlo porque
ahora él es importante. En vez del recurso de los versos inventados
o recordados que él pronunciaba, lleva consigo a unos juglares para
cantarle lo que le apetezca. Así continúa
la costumbre de intercalar versos entre la prosa y muestra su
erudición literaria al evocarlos. Y esto va al lado del lenguaje
popular, “¿verdad ud?”. En vez de las prostitutas gastadas de la
primera salida, habla de la moda de los “travestidos en detrimento
de las diáfanas putas” y como el prefería lo de antes. Estos
hombres tienen que afeitarse bien y preparar bien el cuerpo porque
“la competencia es grande y la vida empuja”, algo dicho con
realidad y sarcasmo. También es uso del aforismo de siempre.
Sale
en su Rolls y describe el viaje en carretera, mucho más rápido que
el original en el tren de tercera. Afuera se huele aire contaminado
que viene con el progreso y la expansión de Madrid. Es una crítica
del día y una referencia a uno de los cinco sentidos del hombre. Se
vuelve a una descripción tipo “choque” en la escena siguiente
(donde habla con alguien pero
no sabemos quién: - ¿Usted es una cabra a un transitor? - No lo
dude; las cabras son animalitos que igual valen para un roto (matar
el hambre, por ejemplo) que para un descosido (tener el apetito
venéreo desmantelado y no dar con una vagina de la misma especie a
su debido tiempo, pongamos por caso). Las cabras son bestezuelas de
mucha utilidad y compañía: no hace falta llegar hasta Amaltea, la
cabra que amamantó a Júpiter a sus pechos para darse cuenta de que
esto es verdad. -(Hay que joderse, ¡que cultura!)
Y
si quieres saber más, mejor leete el libro, te lo recomiendo.
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